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viernes, 10 de abril de 2020

Obsesión 3 Mi pareja de promoción


Mi pareja de promoción

En 1972 cursaba el quinto año de secundaria, deseando culminar el colegio, para laborar en alguna empresa y a su vez estudiar, mientras, realizaba una serie de actividades manuales para mí y mis compañeras de colegio, lo cual me generaba ganancias.

No supe nada de él hasta las vacaciones de julio, cuando lo encontré caminando un sábado por la mañana por la avenida Grau, se alegró de verme, y comentó que continuaba aprendiendo el idioma inglés, todos los días en un instituto de idiomas de la calle Camaná en el centro de Lima, y que paralelamente estaba estudiando unos cursos de actualización sobre un nuevo plan contable, en la misma Universidad Católica donde se graduó de Contador.

Dijo que solía verme caminando, pero como siempre estaba contra el tiempo, había decidido no pasarme la voz, ni tocar la bocina.

En esos instantes yo iba al mercada principal y debía regresar a la casa, por ello le dije que podíamos vernos por la tarde, coordinando para las 4 de la tarde en la Alameda Sáenz Peña, asegurándome que iría a pie.

A las 4 pm, estaba esperando sentado en una de las bancas de la primera cuadra de la Alameda, confesó que hace tiempo había pensado en casarse, que tenía una buena posición económica, que había vivido algunas relaciones, pero que por fin había encontrado a la mujer ideal para él. 

Que con la mujer con la cual se casase, desearía tener dos hijos, pero que antes de ello, disfrutar un poco de la relación, quizá viajando a Europa, lo cual podría ser como una luna de miel.

Yo sonríe, y respondí que ese era el deseo natural de todo ser humano, interrumpiéndome con las siguientes palabras “deseo casarme contigo”, su confesión no me sorprendió, su actuar hacia mí, me hacía sentir ese algo especial, una afinidad natural, pero me pareció una declaración una poco vaga, porque regularmente, se le pregunta a la mujer si desea casarse con él, pero él tenía una manera peculiar de hablar.

En el tiempo que nos conocíamos, solo había existido los clásicos besos en la mejilla al encontrarnos y despedirnos, uno que otro rápido y fugaz abrazo, algunas veces tocó mi cabello, y mis manos de manera disimulada, en momentos en que ambos estábamos solos en su carro.

Él continuó hablando, dijo que deseaba formalizar el compromiso de matrimonio, apenas culmine mi 5º de secundaria, hablar con mis padres para fijar una fecha, aunque sus palabras sensibilizaron mi corazón, porque el hombre me agradaba, su personalidad, su actitud, a pesar que no había sido lo constante que yo hubiera deseado, me sentía enamorada de él.

Mi respuesta, minutos después de quedarme callada, fue que a mí me encantaría casarme con él, pero mis deseos de tener niños eran nulos, estaba segura que no deseaba tener hijos, pero que también deseaba estudiar una profesión (pensaba en contabilidad), conseguir un lugar donde laborar y progresar, ante mi respuesta, él sonrió y me abrazó.

Decidió que lo mejor era regresar a la casa, acompañándome el trayecto caminando uno al lado del otro, volviendo a retomar sus visitas de los días domingo y algunos sábados por la tarde, aceptando salir con uno o ambos de mis hermanos, algunos domingos nos veíamos en la iglesia, conversábamos un rato, y luego me llevaba a casa.

Como se acercaba el final del año, le solicité para que fuera mi pareja de promoción, y el aceptó muy feliz, sería nuestra primera fiesta juntos, él había comentado que acostumbraba ir a fiestas y discotecas, pero que casi nunca bailaba, quizá alguna balada, por ello sería una mágica experiencia celebrar mi culminación escolar bailando toda la noche.


Los días siguientes, nuestra conversación giraba en torno a formar una familia, sus ansias por tener hijos, mientras que yo evocaba mi inquietud por estudiar la profesión de Contabilidad, sentía que se lo debía a mi profesora de Matemáticas, la dama que era contadora de profesión, que dictó las clases de Matemáticas, Geometría y Trigonometría de una manera tan didáctica que me motivó a aprender aquella profesión.

Sin embargo, mientras estudiaba el quinto año de secundaria, también llamó mi atención los cursos de lógica (no filosofía), así como las clases de Económica Política; quizá por ello a los pocos meses de estar estudiando en la Universidad la carrera de Contabilidad, decidí cambiar por la de Economía, graduándome como Economista, pero esa es otra historia.

Cuando iniciaba mis relatos sobre mis deseos por estudiar una profesión, se ponía algo incómodo, diciendo que su situación económica era muy buena, que podía sostener una familia sin problemas, y que su esposa: “ósea tu” perfectamente podría quedarme en la casa cuidando al hogar y a los niños.

Como ese intercambio de ideas no tenía un final feliz, yo trataba de cambiar la conversación, hablando sobre música o sobre los viajes.

Una semana antes de mi fiesta de promoción, un viernes por la tarde lo vi dentro de su carro, estacionado a media cuadra de mi casa, parecía que me estaba esperando. 

Apenas me vio, descendió del vehículo y empezó a hablar con la voz entrecortada: “Lamento decirte que no voy a poder ser tu pareja de promoción, porque el mismo día tengo un compromiso que no puedo evitar”.

Esas palabras me dejaron helada, metafóricamente escribiendo no las comprendías, no tenían sentido, hasta hacía unos días hablaba de matrimonio y que formaríamos una familia, pero que al parecer era imposible postergar o dejar de asistir a aquel nuevo compromiso, pero si al nuestro, al principio pensé que sería un tema familiar, pero él me había presentado a su madre y a su hermano, y aparentemente ambos conocían sobre su interés por casarse conmigo, quizá sería un tema laboral, pero como yo no tenía mayor información ni le pregunté, decidí responderle “bueno”, y me alejé de él.

Se lo comenté a mi mamá, y me pareció extraño que ella inmediatamente pensara en un amigo del barrio para que fuera mi pareja en la fiesta de promoción, yo tenía muy buena relación con aquel muchacho, por ello fui a su casa para invitarlo, y el día de la fiesta vino a recogerme con una hermosa orquídea, por Antonio, quien es un gran amigo de toda la vida, nunca nació algún sentimiento romántico, sin embargo ambos tenemos un cariño mutuo hasta hoy.

No supe nada de Jaime hasta muchas semanas después de la fiesta, no regresé a la misa de la Iglesia de los domingos, evité caminar por su casa, esperando que tal vez él vuelva a rondar por mi hogar, pero no lo vi, por ello llamó mi atención su repentino alejamiento, pero me resigné.





Obsesión 1 Un extraño amor

Obsesión 2 Los paseos sin sentido

Obsesión 3 Mi pareja de promoción

Obsesión 4 Se busco una novia

Obsesión 5 Su primer matrimonio

Obsesión 6 Su segundo matrimonio

Obsesión 7 Después de muerto


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