Productos a la Venta Star Trek : dar click a Spock

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domingo, 4 de diciembre de 2016

El abrazo y el beso



Una conexión de amor

11.   El abrazo y el beso.

Transcurría la velada, y casi todos los asistentes estábamos sentados conversando, hasta que la anfitriona invitó a pasar al jardín, para que nos sirviéramos, en ese momento se notó que la mayoría de personas se dirigieron apresuradamente hacia el jardín.

Yo me preparaba a hacer lo mismo, me levanté del sillón donde había estado durante toda la noche, y descubrí que la sala estaba prácticamente vacía, pero noté que el sujeto estaba en el otro extremo, conversando con otro caballero, cuando vi que mientras yo me paraba, el sujeto dejó de conversar con aquel caballero y se acercó a mí, realizando algo inimaginable.

Fueron instantes eternos, en cuestión de segundos, se detuvo delante mío, me miró fijamente, extendió su brazo izquierdo, me tomó por la espalda llevando mi cuerpo hacia el suyo, besando mi rostro intensamente, pronunciando “te amo”, luego de lo cual, me soltó muy suavemente y empezó a alejarse, pero esta vez sin sonreír.

Durante aquellos segundos yo permanecí inmóvil, manteniendo mis brazos a ambos lados de mi cuerpo, quedándome parada en medio de la sala, la cual en ese momento, si estaba vacía.


Transcurrieron varios minutos, y yo me volví a sentar en el confortable, pues no comprendí esa actitud, hasta que llegó mi amigo Juan (el que me invitó) con un vaso de gaseosa para mi, y me sugirió que nos acercáramos al jardín, yo le respondí que prefería mantenerme en la sala, la cual continuaba vacía.

Me mantuve sentada conversando con mi amigo Juan durante un largo rato, hasta que escuché que la gente empezaba a despedirse, a los pocos minutos, el sujeto volvió a acercarse, conversó un rato con nuestro amigo común, sin dejar de mirarme, despidiéndose de él con un apretón de manos, girando su cuerpo para volverme a abrazar, susurrándome al oído “gracias” y se retiró.

Habían transcurrido más de 15 minutos, cuando la mujer del sujeto se me acercó y frotó con su mano derecha mi brazo izquierdo, acto que hasta hoy no comprendo, luego se acercó a mi amigo y se despidió con el ademán de darle un beso en la mejilla. 

Lo que llamó mi atención, fue la diferencia entre el momento en que salió una y el otro, por eso pensé que quizá no se irían juntos, o que el sujeto estaría esperando afuera, pero era un hecho que continuaban juntos.


12.   Un momento de Amor

Entre octubre del 2006 hasta enero del 2007, lo volví a encontrar en algunas oportunidades, parecía que el sujeto sabía dónde estaría, porque en todas ellas también estaba nuestro amigo común, y/o yo había ido con él.

En esas ocasiones de manera disimulada, se acercaba a mí, extendía su brazo, tomaba mi espalda o mi hombro, llevándome sigilosamente hacia su pecho, besándome intensamente en la mejilla, sintiendo algo similar a un estallido en el momento de separarnos.

En los instantes de la separación, era recurrente escuchar un murmullo, el cual por la cantidad de veces que lo había pronunciado, ya las comprendí: “Te amo”, “Te quiero”, “Gracias por estar aquí”, y otras hermosas frases, que no son necesarias de publicar.

Fueron tantas las veces que escuché aquellas palabras, pronunciadas con tanta ternura, que a veces pensaba que estaban siendo transmitidas telepáticamente, porque como en ese instante estaba abrazándome, era imposible mirar sus labios.



Poema Amo


13.   Los encuentros en el malecón

Desde siempre frecuento los malecones barranquinos, miraflorinos y chorrillanos.

En la década de 1970 acostumbraba pasear en bicicleta, a cualquier hora durante los fines de semana, y muy temprano los días de semana, inclusive iba hasta el malecón miraflorino, donde está el bicicross del malecón de la Marina, a unos metros del parque Grau.

Ya residiendo en Miraflores, optaba por caminar, pasear en bicicleta, practicar gimnasia, jugar básquet y eventualmente correr.

Durante todo ese tiempo, nunca me había percatado de la presencia del sujeto, casi todos nuestros encuentros habían sido por las tardes o durante las noches, hasta que un día lo vi pedaleando una bicicleta por los malecones miraflorinos a las 6 am.

Parecía que la sorpresa era mutua, o quizá nuestro amigo común también se lo había comentado.

El sujeto, a quien a partir de ahora nombraré “el ciclista”, circulaba con casco, anteojos y una amplia casada que cubría su cuerpo, siempre iba a mucha velocidad, con relación a mi manera de pedalear, quizá por ello nunca lo había reconocido, a esa hora, hay al menos otros 300 ciclistas, con similares características, y a la misma velocidad, circulando por los malecones, además que muchas veces está oscuro o hay neblina.

Desde aquella vez, observé que constantemente pedaleaba con un par de amigos, a veces uno, otras veces otro, y eventualmente sólo, pero ahora parecía que pedaleaba a mi velocidad.

No lo veía a diario, parecía no tener alguna rutina, podía verlo venir o irse, pedalear por la vereda o por la pista.



Cuando yo realizaba ejercicios en el parque Rabin, no era posible saber si transitaba por la zona, hasta que una mañana lo vi descender por la pendiente, construida a finales del año 2006.

Durante todos los meses del verano del 2007, sólo hubo contacto visual y muchas sonrisas.

Hasta que el ciclista modificó su comportamiento, empezó a acercarse y disminuir la velocidad de pedaleo, para circular casi a mi mismo nivel, escuchando algunas palabras pero con un tono muy bajo, casi como susurrando.

Cuando yo pedaleaba por la vereda o por la pista, el trataba de darme el alcance y se trasladaba de la vereda a la pista, o viceversa; otras veces, cuando me veía venir en sentido contrario, acercaba su bicicleta hacia mi camino, lo cual obligaba a moverme hacia la derecha, pero en esos momentos escuchaba decir algunas palabras distintas como: “detente, para, espera”, pero nunca le hice caso.

Cuando parecía que sus deseos de hablarme llegaban a un límite, imaginó que la única manera que yo me detenga, era haciéndolo el previamente, moviendo luego sus manos hacia abajo y, pero: ¿Para qué me detenía?, para hablarme sobre él, realizar alguna pregunta genérica y decirme, “Deseaba verte más cerca”, y siempre con una amplia sonrisa, pero otras veces murmuraba palabras incomprensivas, que salían de alguna parte de su mente.

Algunos hechos que llamaron mi atención, era que cuando algunas veces yo pedaleaba por la pista, justo el también lo hacía en sentido contrario, y también sobre la pista. Otras veces en que yo estaba en la vereda, lo encontraba pedaleando por la vereda. Las coincidencias sobre la ruta muchas veces lo delineaban las circunstancias.


28

domingo, 6 de noviembre de 2016

Un ciclista en el Malecón de Miraflores

Una conexión de amor

14.   Una anciana dama

En mi vida diaria, acostumbro interactuar con muchas personas, entre ellos a una señora, contemporánea, que reside por la zona de Santa Cruz, a quien nombraré Carmen.

Ella acostumbraba pasear por los malecones al amanecer y al atardecer, con un hermoso perro de color negro, bautizado Black.

Una tarde me comentó, que una anciana miraflorina, le había invitado a tomar el té, y que también yo estaba invitada, palabras que me sorprendieron, pero que acepté, porque me agrada conocer a nuevas personas.

Al llegar a la casa de la anciana, a quien nombraré Ana, ubicada a la espalda del malecón miraflorino, ésta nos recibió con una actitud muy amable.

Apenas ingresamos a la sala, solicitó a su empleada, con mucho respeto, que nos sirva una taza de té y algunas galletas, y sin más preámbulo ni presentación, empezó a hablar.

Empezó su relato, comentando que siempre había vivido en Miraflores, que durante el tiempo del colegio, se hizo muy amiga de una adolescente que residía en el distrito de San Isidro, era prácticamente la más bajita del salón, pero muy agradable; la casualidad fue mayor, cuando casi por la misma fecha, ambas decidieron casarse, con militares de distintas escuelas, resolviendo hacerlo en la misma iglesia.

También compartieron la misma modista que les confeccionó el vestido, e inclusive en algunas oportunidades repartieron juntas sus invitaciones, lo cual fortaleció su amistad, pero que lamentablemente ella se casó unos días antes que su amiga, y que le fue imposible asistir al matrimonio.

Mientras bebíamos el té, Ana continuó hablando sobre su vida, sobre todo por las coincidencias. Relató que ambas tuvieron cuatro hijos, dos varones y dos damas, pero no en el mismo orden, las casualidades siguieron cuando a sus esposos los destacaron a la misma ciudad, pero por razones de salud de uno de sus hijos, ella debió regresar a Miraflores. Algunos años después, el esposo de la anciana Ana dejó las fuerzas armadas y se estableció de manera permanente en la casa paterna de ella, en la cual reside hasta hoy.

Mientras el marido de su amiga continuaba en su carrera en las fuerzas armadas, la esposa decidió que los niños no deberían continuar viajando por toda la patria, y decidió establecerse en una zona segura, también optó por regresar a su casa paterna, en San Isidro, mientras que el esposo estaba destacado en provincias.

Ello motivó que ambas familias se re encuentren más a menudo, inclusive pasaban unos días en la casa de la playa de los padres de Ana, en un balneario de las playas del sur, lo cual originó que los niños se traten como familia, algo así como primos y ellas eran las tías.


15.   El ciclista

Al culminar mi taza de té, yo ya pensaba despedirme, pero la anciana Ana, realizó el siguiente comentario: uno de sus sobrinos putativos, acostumbra pasear en bicicleta muy temprano por las mañanas por el malecón miraflorino, y a veces viene a visitarme, para salir juntos a caminar y conversar, al nombrar al ciclista, decidí mantenerme sentada.




Mi amiga Carmen, quien yo supongo, ignoraba lo de los abrazos y los poemas, intervino asegurando que ambos éramos amigos, acotando “ellos pasean juntos por las mañanas”. Ante esa declaración, la anciana Ana se sonrió, como si ya lo supiera, porque no puso cara de sorprendida, y continuo con su relato.

Comentó que siempre supo que su amiga del colegio tenía sólo 4 hijos, cuando de pronto, apareció un quinto hermano, el cual se vio envuelto en algunos problemas judiciales, posiblemente era uno de los hermanos por parte de padre, ella (Ana), conocía que ya existían dos hijas fuera del matrimonio, nacidas mientras el marido militar de su amiga,  estaba destacado en una provincia al norte del país, pero nunca había escuchado de un tercer hermano varón.

Esa conversación me sorprendió, por ello opté por aceptar otra taza de té, porque eso no era todo, existía otra historia relacionada con el ciclista.

Ana recordó que en la época escolar, su amiga había tenido un enamorado español, quien también residía en el distrito de San Isidro, cuyo padre pertenecía al cuerpo diplomático, ambos fueron enamorados durante varios años, pero debido a que el diplomático fue trasladado a otro país, el joven debió dejar el Perú. La pareja continuó escribiéndose, pero  a los pocos meses se terminó la relación; a la amiga se le empezó a ver con el militar, con el cual se casó unos años después.

En el año 1950, cerca de la navidad, la madre del ciclista le comentó a su amiga (Ana), que había vuelto a encontrarse con su ex enamorado, el español, quien estaba de vacaciones en Lima. Por ese tiempo, su marido estaba destacado a la ciudad de Tumbes, regresando a su hogar sólo durante los días festivos. Eran fuertes los rumores que el cónyuge de su amiga, ya había formado otra familia, con la cual tenía una hija y la otra dama estaba esperando a la segunda (las dos hijas que Ana conocía).

Quizá los hechos comentados por la madre del ciclista a Ana, en especial la infidelidad, fue un pretexto para otra infidelidad, por lo cual la anciana Ana se sentía culpable y cómplice, pues ella aceptó quedarse con los tres hijos mayores de su amiga, mientras ella se veía con el español.

Mi amiga Carmen, parecía conocer esa historia, pues ni se inmutaba, mientas yo deseaba continuar escuchándola. Ana relató que a las semanas, la mamá del ciclista se enteró que estaba embarazada del español, y estaba segura que era ciclista.

Poema Poesía




16.   Un viaje a España


Mientras Ana le solicitaba a la empleada que nos sirviera más té, continuó hablando, diciendo que parecía que el marido de su amiga ignoraba sobre aquella relación, hasta que el niño cumplió 5 años, momento en que su amiga se lo confesó, de lo cual parece fue perdonada, pues a esa fecha, ella ya conocía las dos hijas de su marido fuera del matrimonio, y que era un hecho, que él tenía una vida paralela con una dama en la ciudad de Tumbes.

En ese momento de la conversación, mi amiga Carmen tenía que retirarse, era la hora de la medicina de su esposo, quien estaba recién operado por una grave enfermedad, pero la anciana Ana, insistía continuar hablando, y simplemente continúo.

La mamá del ciclista, convenció de alguna manera a su marido, que ella necesitaba visitar al ciudadano español, quien residía en la ciudad de Madrid, con la finalidad de relatarle la verdad.

Durante las vacaciones escolares, madre y niño, viajaron a Madrid, quedando la anciana Ana, encargada de visitar regularmente a los sobrinos putativos que quedaron en Lima, quien a pesar de haberse quedado con el padre, él a veces debía ausentarse, por cumplir su trabajo en provincias, o quizá visitar a sus otras hijas.

Ya en España, la madre del ciclista, descubrió que su ex enamorado se había casado hacía varios años, por ello, ambos se encontraron en un parque madrileño, donde el español conoció a su hijo (al ciclista).

En la conversación/discusión, ella se sorprendió escuchar que el español no tenia intensión de decírselo a su compañera, que lo mejor era que cada uno continúe con su vida, y no volverse a ver nunca más, sobre todo porque el niño ya tenía un apellido, y todo debería quedar así.

Pero esas palabras  también fueron escuchadas por el niño, quien en una oportunidad le comentó a Ana, tener en su mente el rostro del ciudadano español, que también era su padre, algo confuso en ese momento para él, pues aparentemente tenía dos padres, uno en España y otro en el Perú, pero recordaba con tristeza haberlo escuchado, que “no deseaba volverlo a ver”, por eso necesitó visitar al psicólogo durante varios años.

Yo continuaba escuchando, sin hablar y pensando que por la edad de la anciana, era posible que inventara parte o toda la historia, pero al pensar sobre la apariencia física, del ciclista con sus hermanos, era fuerte la posibilidad que esa historia si fuese verdadera.

domingo, 16 de octubre de 2016

Decidido a divorciarse


Una conexión de amor

17.   Con deseos de divorciarse

Los días transcurrieron, y llego la semana santa, la mañana del viernes santo, mi amiga Carmen, residente de la Urb. Santa Cruz, me llamó por teléfono para decirme que la anciana Ana, nos había invitado a tomar el té a las 5 pm, ante lo cual decidí aceptar.

Una vez en la residencia de Ana, y de algunas conversaciones genéricas sobre esa fecha en el distrito de Miraflores, Ana se colocó en medio de la sala para agradecer nuestra presencia y solicitar a la empleada, siempre con mucha educación, se sirva invitarnos una taza de té con algunas galletas.

Esta vez miré que la vajilla de la anciana era muy hermosa, totalmente decorada, al igual que una pequeña mesa tallada, colocada al lado del sillón, detalles que no observé durante mi primera visita.

Mientras la empleada dejaba los alimentos, la anciana Ana empezó a relatar que la había visitado el ciclista, y en medio de la conversación le confesó que había decidido divorciarse, luego de un aparente feliz matrimonio de más de 25 años.

La decisión de culminar con la relación en buenos términos le rondaba la cabeza desde hacía meses, pero aparentemente sin pronunciar sobre la verdadera decisión de esa decisión.

Perecía que tenia temor de relatarle a su cónyuge la razón, y por eso primero se lo comentó a la anciana, quien comenzó hablar sobre aquella.

Poema Decide

18.   Una dama alocada

Relató que aquella dama era una mujer divorciada de un primer matrimonio, el cual se produjo apenas culminó el colegio, a los 17 años, porque supuestamente estaba embarazada de un primo paterno.


El esposo de Ana y el padre de la mujer del ciclista, era compañeros de colegio, ambos miraflorinos, y entre las conversaciones familiares le había confesado que su hija le daba demasiados dolores de cabeza, por su voluble comportamiento.

Supuestamente ella nunca estaba tranquila, se le había conocido demasiados romances, la mayoría fugaces con casi todos los vecinos del barrio de la urbanización Aurora en Miraflores, inclusive con uno de los actuales amigos del ciclista.

El primer matrimonio de aquella dama fue muy rápido, pero el parecer perdió el bebé, porque a las pocas semanas de la boda, se iniciaron los trámites para la anulación, pero no prosperaron y debió divorciarse, aunque parece que nadie creyó lo del embarazo, parecía que era una apuesta entre sus compañeras del colegio para asegurar que “sería la primera en casarse”.

Nuevamente soltera, a los 19 años, insistió que deseaba estudiar psicología en los Estados Unidos, a pesar que en el colegio nunca había sido una buena alumna, sus padres aceptaron y la inscribieron en la Universidad.

19.   Fue a la universidad a buscar un marido

La señora viajó a Miami, y a los pocos días, llamó por teléfono a sus padres, para avisarles que se volvería a casar. Ella ni siquiera había iniciado clases y ya había convencido a otro hombre para casarse, al ciclista, un sujeto recién graduado de una Maestría en Artes, totalmente desconocido para ella, y algo tímido, según palabras del futuro suegro.


El padre estaba muy preocupado por esa decisión, pues ignoraba todo acerca del novio, hasta que ambos llegaron a Lima. Al conocerlo, se sintió más tranquilo, por ser un profesional, unos años mayor que ella, al que esperaba que su hija respete.

Para Ana, el ciclista se animó a casarse por la acaudalada situación económica del padre de la novia, dueño de muchos terrenos de cultivo en el distrito de Miraflores y de algunos que ya pertenecían al distrito de Surquillo (pues cruzaban la av. Tomas Marsano, que antes pertenecía a Miraflores), así como algunas empresas en la zona sur de la capital.

La recién casada insistió, en vivir en su casa paterna, y sobre todo en su misma habitación, porque estaba embarazada, lo que el ciclista aceptó, pero debido a sus constantes engreimientos, apenas nació la bebe, el ciclista decidió mudarse a un departamento ubicado a un par de cuadras, para evitar que continúe siendo caprichosa; con el deseo de formar un verdadero hogar, sin la presencia de los suegros.

Pero ello sirvió de poco, con la disculpa de atender a la niña, todos los días ella se iba al hogar paterno. Cuando el ciclista llegaba de trabajar, el departamento estaba vacío. A los pocos meses, la cónyuge volvió a salir en embarazada, y prácticamente se pasó los nueve meses viviendo en la casa paterna, actos que el ciclista aceptó.

Esos relatos me hacían formar una idea de quién era el ciclista, cuanto habría de cierto en la historia, y si era verdad que deseaba divorciarse, cuando se había casado por dinero.

Ana, reveló que la pareja regresó al hogar paterno a raíz que se enfermó la madre de ella, con la disculpa que debía “cuidarla”, a pesar del numeroso personal médico que la asistía, pero como el ciclista tenía una excelente relación con el suegro, lo aceptó, y por el cual, aparentemente mantenía el matrimonio.

El padre de la esposa falleció hace unos años, y parece que ello motivó que el ciclista se separara de ella, y se mudara a un departamento frente al mar, en el malecón miraflorino, muy cerca a la casa de la anciana, aunque aquella y sus hijas solían visitarlo. 

Ana también lo visitaba, porque el mismo la había llevado varias veces, o la visitaba para ver juntos el atardecer.


jueves, 6 de octubre de 2016

Un amigo celestino y un hermano abogado

Una conexión de amor

20.   El amigo Celestino
  
Transcurrieron las semanas y los encuentros ciclísticos prácticamente disminuyeron, quizá porque yo decidí modificar mi ruta, pedaleando hacia Barranco y Chorrillos, o hacia San Isidro, pero no me había percatado que uno de sus acompañantes, era también un corredor que solía hacerlo por aquellos distritos, el cual obviamente me vio por esos distritos.

Pareciera que las coincidencias eran cosa de todos los días. Yo pedaleaba por la pista de una escondida calle Miraflorina, y lo venia venir en sentido contrario. Yo estaba mirando las construcciones de la zona antigua del distrito, y aparecía por la misma calle: Pedaleaba por la pista del malecón, cosa que casi nunca hacía, y el ciclista se aparecía en sentido contrario.

Una mañana de mayo, yo estaba paseando por el distrito de Barranco, cuando descubrí al ciclista y a sus dos amigos acercándose en sentido contrario, murmurando sus repetitivas palabras de amor, pero con un elevado tono de su voz, quizá porque esa zona del malecón barranquino prácticamente está vacía, pero para mí el efecto ya no era el mismo, la distancia y el tiempo no son buenos compañeros del amor.

Por esos mismos días, el teléfono de mi casa empezó a timbrar, a cualquier hora del día, aunque el identificador de llamadas mostraba a un numero oculto o desconocido, al responder sólo escuchaba un rápido respiro al otro lado de la línea, manteniéndose durante varios segundos callado, ante ese silencio yo colgaba el teléfono.

Los meses transcurrieron, y en el mes de octubre del 2007, decidí que ya no tenía sentido verlo, además había conocido a un hombre muy interesante.

Yo ya había decidido alejarme del ciclista, luego de haber transcurrido un año sin asegurarme que vendría a mi vida, opté por practicar deporte durante las noches, hasta que una mañana alrededor de las 6:30 am lo vi pedalear por la pista de mi calle, haciéndolo muy despacio cuando estaba prácticamente sobre mi acera.




Fueron varias las veces que aparecía pedaleando, y hacia como que se le malograba su bicicleta justo a unos metros antes o después de mi hogar, y levantaba la vista, como si deseara verme aparecer por la ventana.

Todas las veces pedaleaba acompañado, con uno o sus dos amigos, e inclusive, una vez lo vi que se dio una vuelta en sentido contrario, y empezó a mirar hacia la ventana de mi dormitorio, yo estaba con la cortina cerrada, pero igual pude apreciar esa actitud.

Lo censurable de esta parte de la historia, es el actuar del amigo celestino, quien apañó durante múltiples ocasiones el actuar del ciclista, obviamente, es un ser en el cual no se podía confiar, porque no debió prestarse para que el ciclista traicione a la esposa.


Poema Decente


21.   Días antes de la navidad del 2007.

Mi amiga Carmen, la que vive en la Urb. Santa Cruz, me comunicó que la anciana nos había invitado para celebrar la navidad. Como en otras oportunidades, yo había rehusado en asistir, porque ya no tenía sentido escuchar a la dama hablar solamente sobre el ciclista, ante la insistencia de mi amiga Carmen, acepté.



Al llegar a la residencia de la anciana, me agradó verla muy bien arreglada, con hermosos adornos de cristal colgados en un árbol de color blanco de casi dos metros de altura, parecía que quien lo había arreglado, lo había hecho con mucho cariño, además la belleza de los adornos, junto a las luces de brillantes colores.

Luego de invitarnos una taza de chocolate caliente con un generoso pedazo de panetón, que según la anciana, fue confeccionado por ella misma, empezó relatando la receta, y no sé en qué momento recomenzó a hablar sobre su vida.

Me confesó que yo me parecía mucho a una de sus hijas, la que residía en Suiza, la cual eventualmente regresaba al Perú, cuando lo hacía era sólo para pasar la navidad, a diferencia de sus otros tres hijos, que siempre la visitaban, y que por ello exhortó que fuera a visitarla ese año, porque no vendría su hija.

22.   Un importante abogado

Pero en ese momento, el relato fue distinto, empezó a recordar que algunas semanas antes del nuevo milenio, recibió la visita del hermano del ciclista, un importante abogado y empresario de la ciudad de Lima, quien había decidió festejar el cambio de siglo, en Madrid.

Desde el año 1996, éste había instalado una empresa constructora en la ciudad española, la cual realizaba obras de infraestructura en la ciudad de Lima, volviéndose en poco tiempo muy productiva, con sus utilidades había adquirido una hacienda, en las afueras de Madrid, la cual producía vinos. También aprovechó aquella estancia para llevar desde Lima, a algunos de sus caballos de paso.




Para celebrar su buena fortuna, y el cambio de siglo, había decidido invitar a sus más queridos amigos, a los cuales les ofrecía inclusive el traslado en avión, así como el hospedaje durante una semana; entre sus invitados se encontraba un periodista de un importante programa radial; y por supuesto, a su hermano, el ciclista.

El mismo abogado había ido a visitar a la anciana, y como él había perdido a su madre hacía varios años, decidió que ella debía formar parte de esa celebración, asegurándose que sería su invitada de honor, pero ella  (Ana) le agradeció esa gentileza, y se excusó, porque justo ese año su hija, la que residía en Suiza, vendría a visitarla a Lima, con sus dos nietos.

Según la anciana, el abogado estaba lleno de proyectos, porque también había adquirido varios terrenos en las playas al sur de Lima, donde pensaba construir algunas urbanizaciones playeras, zona que se había revalorizado en unos pocos años.

lunes, 26 de septiembre de 2016

La confesión del ciclista

Una conexión de amor

23.   Una extraña transacción

Aparentemente, en el año 2003, el abogado, había decidido “vender”, el 50% de todos sus bienes, inclusive los de España, porque alguien de la institución recaudadora de impuestos peruana, le había comunicado que estaban siendo investigado por un supuesto desbalance patrimonial, entre sus ingresos y su patrimonio, y que para evitar problemas lo mejor era buscar a un testaferro o “vender” al menos una parte de esos bienes.

Pero también existía otro problema, su relación matrimonial tenía muchas dificultades, parecía que ambos cónyuges se eran infieles, además existía el rumor, que al igual que su padre, el abogado también tenía otros hijos fuera del matrimonio, pero como eran con dos distintas damas casadas, los hechos habían sido disimulados con los apellidos de los maridos, aunque notorios, pues todos sus hijos estaban laborando en las empresas del abogado, y la esposa lo sabía perfectamente, por el nivel de confianza de aquellos jóvenes ante el abogado.


Como el abogado desea evitar la fragmentación de su patrimonio, y no quería realizar alguna repartición de bienes entre todos sus hijos, parece que ideó algo para lograr que su esposa firmara algunos documentos de compra-venta, y trasladar la mitad de esos bienes al ciclista, el cual aparentemente pago al contado y en efectivo el monto equivalente a la mitad del patrimonio del abogado, lo cual sumaba varios millones de dólares.

En esos instantes, la anciana interrumpió su conversación, para responder a una llamada telefónica, la que resultó siendo la hija que vivía en Suiza, luego de un largo rato, regresó y nos pregunto si deseábamos más chocolate, a lo que yo le solicité que deseaba una tasa de manzanilla, ordenándole a la empleada que me lo sirviera.


24.   La Hija del abogado


Luego de ese intervalo, la anciana comentó que meses después de la transacción, la hija del abogado, que era ahijada de uno de sus hijos, y quien también solía visitarla, en especial el día de su cumpleaños, comenzó a pasar por su casa más a menudo, de seguro porque necesitaba información sobre el ciclista, quien era asiduo a la casa de Ana.

Fue en una de esas visitas que la hija del abogado, le realizó algunas preguntas sobre el ciclista; la anciana Ana se confundió ante ese interrogatorio, pero como todos sabían de su excelente relación, aceptó escucharla.

La hija del abogado, le comentó que se había enterado de aquella transacción, que era imposible  que el ciclista tuviera tal cantidad de dinero, para realizar dicho pago, porque ni siquiera la pequeña fábrica de su suegro, que el administraba con la cónyuge, podía financiarlo, porque todo el mundo sabía que esa fábrica estaba en pérdida desde hacía años, pero que la mantenían como pantalla, para demostrar los ingresos no justificables, que aparentemente también tenía el ciclista.

Asimismo, con el pretexto que había realizado ese pago en efectivo, no existían registros sobre el ingreso del capital, en ninguna de las cuentas del abogado, y sabía, por su madre, que no se había colocado nada en la caja fuerte de la casa.

Ella estaba segura que: la empresa constructora tanto de Lima como la de Madrid, la hacienda, la fábrica de vino también ubicada en Madrid, los terrenos y las casas de playa, y algunos inmuebles de la ciudad de Lima, valían mucho más que el dinero que alguna vez en su vida pudo acumular el ciclista, por ello, la hija del abogado supuso que era un regalo de su padre, con una sola condición: “que se mantenga todo el patrimonio, sobre todo por los hijos fuera del matrimonio de su padre”, pero lo que no entendía era por qué tenía que hacerlo sin que su madre lo supiera.

Toda esa historia, ya me estaba dando dolor de cabeza: bienes, regalos, traspasos, de ¡tanto dinero!, sin que la esposa se enterara, denotaba que ella no confiaba demasiado en su marido, y obviamente él tampoco, pero quizá había algo más, en la conversación de la anciana.

25.   La confesión del ciclista

Ana, evocó una visita que le acababa de hacer el ciclista, por las fiestas navideñas, y en medio de la conversación, éste le confesó que ni su cónyuge ni su hermano aceptaban su decisión de divorciarse, lo de la mujer no le afectaba, pero si la opinión de su hermano, quien le insistió que no podía divorciarse, ya que el divorcio haría disminuir en un 25% el patrimonio del abogado, que el 50% de lo “Vendido y Comprado”, por el ciclista, formaba parte de los gananciales conyugales.

Esa decisión, puso muy nervioso al ciclista, su felicidad no dependía de él, era su hermano el que le prohibía pensar en la palabra divorcio, por lo que debió acudir a un especialista en consejería familiar, para aceptar que debía preservar su matrimonio.

El abogado, acostumbrado a tener relaciones extra matrimoniales, le recomendó al ciclista que siendo discreto podría continuar con esa relación, que aquella dama lo aceptaría, y ya no habría necesidad de divorcio; a lo que el ciclista respondió, que él no admitiría nunca esa condición, por respeto a la dama de la cual se había enamorado.

La anciana realizó un comentario personal, que ella hasta ahora no comprendía, ¿como el abogado había convencido a su cónyuge, para firmar los documentos de “compra/venta”?; a lo que mi amiga Carmen respondió, que el marido de ella siempre insistía que las mujeres deben confiar en su pareja, que ellos sabían lo que hacían y no había necesidad de leer. Muchas veces ella había firmado documentos sin leer, y que quizás la cónyuge había firmado documentos en blanco.

A esos momentos, yo ya había escuchado suficiente, quizá fue el mismo ciclista el que le comentó a la anciana toda la historia, para que ella me la diga, porque no existía alguna otra razón para que ella me realizara todas esas confidencias, pero para mí eso ya era suficiente, por ello decidí despedirme y retirarme.



Poema Mendigos


18

viernes, 16 de septiembre de 2016

Extraña sensación en mis orejas o una conexión

Una conexión de amor

26.   Paseando por el distrito de Barranco

Como rutina de mi vida, y aprovechando el verano, salgo a practicar deporte desde las 5:30 de la mañana, siendo mi destino el distrito de Barranco, quizá era una forma de no verlo, y no escuchar aquellos murmullos esperanzadores, pero aun así, varias veces lo encontré en los malecones barranquinos, minutos antes de las 6 de la mañana.


Verlo antes de las 6 de la mañana en el distrito de Barranco, era sinónimo que estaba saliendo más temprano de su casa, aparentemente se había vuelto a mudar a su hogar de la urbanización Aurora, porque hacía varios meses que ya no veía ingresar a aquel vehículo con el No 14, al estacionamiento del edificio del malecón Cisneros, y mi amiga me había dicho que tampoco lo veía; por eso me intrigaba: 

¿cómo era posible que la mujer aceptara que su marido saliera tan temprano, para verse con otra mujer?,

lo cual contrariaría el supuesto de "los felices 25 años de matrimonio", que ella propagaba por calles y plazas, y él ocasionalmente también lo hacía.

Mientras en mi hogar, seguían las llamadas telefónicas, aun sin poder identificar el número, pero el estilo se modificó, ahora había al otro extremo de la línea una voz que decía “Te Amo”, “Espérame”, “Te Quiero”, hasta que algunos meses después de repente, se escuchaba “Cuídate”, “Discúlpame”, “Perdóname”.

En el mes de Septiembre del año 2008, yo adquirí un celular, el cual estaba aprendiendo a utilizar, mi número lo conocían muy pocas personas, entre ellos nuestro amigo común (Juan), por ello, no me llamó la atención que continuara recibiendo llamadas telefónicas al celular, con el número oculto, y que la respuesta después de una larga respiración y /o algún suspiro, le siguieran el silencio.


A finales del mismo mes, acudí con una amiga, a quien llamaré Clara, a una fábrica de productos femeninos. Ella requería un presupuesto para una importante cantidad de determinados artículos. 

En dicho local, nos atendió un señor de alrededor 35 años, me dijo que era ciclista, y que acostumbraba verme pedalear por los malecones miraflorinos durante las madrugadas; yo acostumbraba a saludar a todos los ciclistas, quienes normalmente pedalean con casco, casacas y lentes, por ello es prácticamente imposible reconocerlos en la vía pública, mientras que yo manejo sólo con una casaca.

El mencionado caballero insistió en conocerme, y  me dijo que solía pedalear con su tío:”el ciclista”, lo cual me tomó de sorpresa, y simplemente me quedé callada.

Luego de escuchar el pedido de mi amiga, se retiró y a los pocos segundos, volvió a sonar mi celular, igual con el número oculto, pero esta vez escuché una vez que me dijo “hola, se dónde estás”, ello me confundió, porque en realidad me parecía un poco peligroso ese tipo de llamadas, optando desde esa fecha, ignorar aquellas sin identificación.

Poema Conexión

27.   Una extraña sensación en mis orejas o una conexión de amor.

Por alguna razón, desde el mes de abril del año 2009, empezó una extraña conexión en los pallares de mis orejas, en el momento más inesperado, sentía como si estas, estuvieran siendo aplastadas, sintiendo un intenso dolor, como cuando presiona demasiado un arete, pero el dolor parecía que era interno, por eso lo consideré extraño, aún más porque nunca utilizo aretes.


Durante todo el año 2009, fueron esporádicos los encuentros con el ciclista, debido a que opté por practicar básquet en las canchas del estadio Bonilla, por la naturaleza del deporte, y la ubicación del lugar, no era posible saber si transitaba cerca.

También solía practicar gimnasia en la parte inferior de los parques Rabin o Reiche, y justo era en esos momentos cuando sentía la presión, porque parecía que eran los instantes en que transitaba el ciclista y no me veía.

Hacia el mes de septiembre del año 2010, una amiga en común, me invitó a participar en un equipo de trabajo, yo ignoraba que el ciclista formaría parte de ese equipo, hasta que lo descubrí.

Apenas el ciclista notó mi presencia, traté de saludarlo sólo con una venia, pero él decidió que podía acercarse, tomarme del hombro, abrazarme y besarme en la mejilla, y así continuó en cada oportunidad que coincidíamos, yo optaba por mantener mis brazos al lado de mi cuerpo, o le estiraba mi mano, pero igual él continuaba abrazándome.

En uno de esos encuentros, en el cual no había alguien cerca, aproveché para preguntarle ¿por qué actuaba así?, el ciclista se mantuvo callado, por ello volví a preguntar ¿cuáles son tus intensiones?, a lo que él se acercó a mi oído y me respondió  “tengo una vida que no puedo dejar, pero te amo”.

Ante esa respuesta, comprendí que el ciclista vivía preso, que estaba condenado a cadena perpetua, que eran ciertas todas esas historias que me comentó la anciana, inspirándome otro hermoso poema titulado “Broma”.


Poema Broma

En mi mente regresaron todos los momentos en que se acercaba a abrazarme, recordando que en algunos era un poco brusco, como si lo hiciera apurado para que nadie se diera cuenta, además como si deseara sentir mi aroma e impregnarlo en su mente, tomando mi hombro y/o espalda de una manera muy rápida, con el fin de abrazarme, cuando en todo ese tiempo nunca lo había visto abrazar a su consorte, a lo mucho aceptaba mantener su mano, cuando era ella la que lo tomaba, pero a los segundos el optaba por retirarla y meter sus manos en cualquiera de sus bolsillos.

También recordé que en una oportunidad, la anciana me había comentado que el ciclista, no soportaba la actitud empalagosa de ella, quien insistía en tocarlo y abrazarlo, especialmente en público, lo cual, para la anciana, era un reflejo que en su hogar no había intimidad, no es normal para una pareja que está casada durante tantos años, que se estén rozando y besando en medio de la gente, eso estaba bien para los adolescentes.

Aquella tarde, fue la última vez que le permití que me tocara el hombro, todas las otras veces que lo encontré, le estiraba mi mano, para estrechar la suya, pero él optaba por acariciarla con su mano izquierda, manteniéndola más tiempo que el normal, hasta que decidí cruzar mis brazos, y sólo inclinar mi cabeza, lo que parece, él aceptó.

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