23. Una
extraña transacción
Aparentemente,
en el año 2003, el abogado, había decidido “vender”, el 50% de todos sus
bienes, inclusive los de España, porque alguien de la institución recaudadora
de impuestos peruana, le había comunicado que estaban siendo investigado por un
supuesto desbalance patrimonial, entre sus ingresos y su patrimonio, y que para
evitar problemas lo mejor era buscar a un testaferro o “vender” al menos una
parte de esos bienes.
Pero
también existía otro problema, su relación matrimonial tenía muchas
dificultades, parecía que ambos cónyuges se eran infieles, además existía el
rumor, que al igual que su padre, el abogado también tenía otros hijos fuera
del matrimonio, pero como eran con dos distintas damas casadas, los hechos
habían sido disimulados con los apellidos de los maridos, aunque notorios, pues
todos sus hijos estaban laborando en las empresas del abogado, y la esposa lo sabía
perfectamente, por el nivel de confianza de aquellos jóvenes ante el abogado.
Como
el abogado desea evitar la fragmentación de su patrimonio, y no quería realizar alguna repartición de bienes entre todos sus hijos, parece que ideó
algo para lograr que su esposa firmara algunos documentos de compra-venta, y
trasladar la mitad de esos bienes al ciclista, el cual aparentemente pago al
contado y en efectivo el monto equivalente a la mitad del patrimonio del
abogado, lo cual sumaba varios millones de dólares.
En esos instantes, la anciana interrumpió su conversación, para responder a una llamada telefónica, la que resultó siendo la hija que vivía en Suiza, luego de un largo rato, regresó y nos pregunto si deseábamos más chocolate, a lo que yo le solicité que deseaba una tasa de manzanilla, ordenándole a la empleada que me lo sirviera.
En esos instantes, la anciana interrumpió su conversación, para responder a una llamada telefónica, la que resultó siendo la hija que vivía en Suiza, luego de un largo rato, regresó y nos pregunto si deseábamos más chocolate, a lo que yo le solicité que deseaba una tasa de manzanilla, ordenándole a la empleada que me lo sirviera.
24. La
Hija del abogado
Luego
de ese intervalo, la anciana comentó que meses después de la transacción, la
hija del abogado, que era ahijada de uno de sus hijos, y quien también solía
visitarla, en especial el día de su cumpleaños, comenzó a pasar por su casa más
a menudo, de seguro porque necesitaba información sobre el ciclista, quien era
asiduo a la casa de Ana.
Fue
en una de esas visitas que la hija del abogado, le realizó algunas preguntas
sobre el ciclista; la anciana Ana se confundió ante ese interrogatorio, pero
como todos sabían de su excelente relación, aceptó escucharla.
La
hija del abogado, le comentó que se había enterado de aquella transacción, que
era imposible que el ciclista tuviera
tal cantidad de dinero, para realizar dicho pago, porque ni siquiera la pequeña
fábrica de su suegro, que el administraba con la cónyuge, podía financiarlo, porque
todo el mundo sabía que esa fábrica estaba en pérdida desde hacía años, pero
que la mantenían como pantalla, para demostrar los ingresos no justificables,
que aparentemente también tenía el ciclista.
Asimismo,
con el pretexto que había realizado ese pago en efectivo, no existían registros
sobre el ingreso del capital, en ninguna de las cuentas del abogado, y sabía,
por su madre, que no se había colocado nada en la caja fuerte de la casa.
Ella
estaba segura que: la empresa constructora tanto de Lima como la de Madrid, la
hacienda, la fábrica de vino también ubicada en Madrid, los terrenos y las
casas de playa, y algunos inmuebles de la ciudad de Lima, valían mucho más que
el dinero que alguna vez en su vida pudo acumular el ciclista, por ello, la
hija del abogado supuso que era un regalo de su padre, con una sola condición: “que
se mantenga todo el patrimonio, sobre todo por los hijos fuera del matrimonio
de su padre”, pero lo que no entendía era por qué tenía que hacerlo sin que su
madre lo supiera.
Toda
esa historia, ya me estaba dando dolor de cabeza: bienes, regalos, traspasos, de
¡tanto dinero!, sin que la esposa se enterara, denotaba que ella no confiaba
demasiado en su marido, y obviamente él tampoco, pero quizá había algo más, en
la conversación de la anciana.
25. La
confesión del ciclista
Ana,
evocó una visita que le acababa de hacer el ciclista, por las fiestas
navideñas, y en medio de la conversación, éste le confesó que ni su cónyuge ni
su hermano aceptaban su decisión de divorciarse, lo de la mujer no le afectaba,
pero si la opinión de su hermano, quien le insistió que no podía divorciarse,
ya que el divorcio haría disminuir en un 25% el patrimonio del abogado, que el
50% de lo “Vendido y Comprado”, por el ciclista, formaba parte de los gananciales
conyugales.
Esa
decisión, puso muy nervioso al ciclista, su felicidad no dependía de él, era su
hermano el que le prohibía pensar en la palabra divorcio, por lo que debió acudir
a un especialista en consejería familiar, para aceptar que debía preservar su matrimonio.
El
abogado, acostumbrado a tener relaciones extra matrimoniales, le recomendó al
ciclista que siendo discreto podría continuar con esa relación, que aquella
dama lo aceptaría, y ya no habría necesidad de divorcio; a lo que el ciclista
respondió, que él no admitiría nunca esa condición, por respeto a la dama de la
cual se había enamorado.
La
anciana realizó un comentario personal, que ella hasta ahora no comprendía, ¿como
el abogado había convencido a su cónyuge, para firmar los documentos de
“compra/venta”?; a lo que mi amiga Carmen respondió, que el marido de ella
siempre insistía que las mujeres deben confiar en su pareja, que ellos sabían
lo que hacían y no había necesidad de leer. Muchas veces ella había firmado
documentos sin leer, y que quizás la cónyuge había firmado documentos en
blanco.
A
esos momentos, yo ya había escuchado suficiente, quizá fue el mismo ciclista el
que le comentó a la anciana toda la historia, para que ella me la diga, porque
no existía alguna otra razón para que ella me realizara todas esas
confidencias, pero para mí eso ya era suficiente, por ello decidí despedirme y
retirarme.
Poema Mendigos
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