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lunes, 30 de marzo de 2020

Obsesión 2 Los paseos sin sentido


Los paseos sin sentido

Fueron muchas las veces lo observé que estaba manejando por el balneario, hasta que una tarde de sábado, lo vi caminando por la Avenida Grau, me saludó con una amplia sonrisa, se detuvo, y preguntó si podía acompañarme, respondí que iba a la farmacia que quedaba cerca a su casa, en la esquina de la avenida Grau y la calle Domeyer, la otrora farmacia Greck, ante ello dijo que le encantaría acompañarme. 

En el camino hablamos de ambos, aunque parecía que conocía mucho sobre mí, posiblemente por unos primos que vivían en la avenida Bolognesi, cerca a la plaza Espinoza, en especial con mi primo Jorge, con el cual lo vi conversando un día a la salida de la Iglesia San Francisco

Al culminar mi compra, insistió en acompañarme hasta mi casa, en la avenida El Sol, conversando en la puerta de mi casa por más de una hora, hasta que me solicitó mi número telefónico, al responder que no tenia, me dio su número, sugiriéndome que le encantaría que lo llamara: “si deseaba volverlo a ver”, aunque insistió en que le encantaría continuar conversando, pero creyó conveniente retirarse porque estaba anocheciendo. 

En ese año yo cursaba el cuarto año de secundaria, y por mi horario escolar y su horario laboral, nuestros eventuales encuentros sólo eran los días sábados o domingos, pero casi siempre el manejando su vehículo y yo caminando. 


Una tarde de sábado, durante las vacaciones escolares de julio de 1971, decidí llamarlo por teléfono, cuando él se acercó a responder, no se sorprendió al escucharme, parecía que estaba seguro que lo llamaría, dijo que esperaba mi llamada, apenas culminaron los saludos preguntó si podía visitarme, y a los pocos minutos de colgar el teléfono, tocó el timbre de mi casa. 

Como yo sabía que era él, rápidamente abrí la puerta y empezamos a conversar, transcurrían los minutos hablando sobre nosotros, parecía que conocía mucho acerca de mi corta vida, pero me alegró saber que me recordaba mientras permanecía en el estudio fotográfico de mi padre, se acordaba cuando escribía en los recibos y/o cuando le entregaba las fotografías. 

Luego de casi tres horas de conversaciones, se despidió, y dijo que le encantaría volver a verme, si podía regresar al día siguiente, que era domingo, para salir a pasear con su carro, a lo que le respondí que me encantaría. 

El domingo llegó alrededor de las 3 de la tarde, y le solicitó permiso a mi madre, aunque yo ya le había dado referencias sobre él, ella me contestó que ya lo conocía, por ello permitió que saliéramos a pasear pero con mi hermana menor. 

Salimos rumbo a Surco y la Molina conversando muy amigablemente, manejaba con una velocidad muy moderada, siempre tratando de transitar por lugares muy hermosos, llenos de plantas y flores, llegando a Rinconada de Lago, donde detuvo su carro, para descender y admirar el panorama. 

De regreso, fuimos a tomar helados a un local ubicado en la calle Dasso en el distrito de San Isidro

Al dejarme en casa, dijo que regresaría el siguiente domingo. Yo esperaba muy contenta aunque sabía que por mi edad (aún de 15 años), mi madre no me dejaría salir sola, sino con la compañía de uno o mis dos hermanos, pero parecía que ello no le molestaba, y así continuamos saliendo durante muchos domingos, llegaba a mi casa alrededor de las 3 de la tarde, salíamos a pasear y regresábamos casi siempre a las 7 pm. 


En una de nuestras conversaciones, me relató que acostumbraba a ir a la Misa de San Francisco de Barranco de las 10 am., a veces solo otras con su mamá, sugiriéndome que podía ser un buen lugar para vernos y conversar, ya que justo al frente hay un hermoso parque. 

Fui así que un domingo fui a esa iglesia, me dirigí a las primeras filas minutos antes de las 10 am., y a la salida lo vi esperando en el umbral de la puerta, conversamos durante largo rato, y después me invitó a su carro para llevarme a casa, manejando previamente por el pequeño balneario, aun así en 20 minutos ya estábamos en mi casa. 

Nuestras conversaciones giraban sobre la historia del distrito, la música de moda (le agradaba el cantante argentino Sandro), los viajes que había realizado, sus proyectos laborales, clases de idiomas y entretenimientos. 

Por alguna razón no lo vi en el mes de diciembre de 1971, no me visitó ni lo vi en la iglesia los días domingo, por ellos los meses de verano dejé de ir a misa para irme a la playa. 

En el mes de mayo, volví a la iglesia un domingo por la mañana, y lo vi acompañado por su madre, traté de esconderme para que no me viera, pero parecía que ya había notado mi presencia, y mientras esperaba que todos salieran, lo vi caminando hacia mi, después de dejar a su madre en el carro, esperándome en el umbral de la puerta. Dijo que había tenido algunos problemas, por ello no había podido ni ir a misa, ni visitarme, pero que deseaba continuar viéndome. 

Escuché, sonríe, y me despedí, por esos días un par de amigos barranquinos iban a visitarme a mi casa, con los cuales conversaba de todo en especial de poesía. 





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