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miércoles, 1 de marzo de 2017

Un vecino miraflorino en el año 2005

Una conexión de amor
Esta es una historia real cuyos protagonistas no serán identificados, pero todo el relato lo haré en primera persona.

Durante la narración, quizá algunos de los protagonistas puedan ser reconocidos, pero como no incluyo nombres, ninguno podrá reclamar por ser parte de estos escritos.


1.   Un vecino miraflorino en el año 2005

A principios del año 2005, y por razones de seguridad, la comuna miraflorina había repartido, junto con la cartilla de pago de arbitrios, una calcomanía con el número de la zona a la cual correspondía el predio. La zona donde resido es la número 3.

En ese año, en la cuadra 11 de la calle José Gálvez, a la altura del malecón Cisneros, residía una amiga, a quien nombraré Claudia, a la cual yo acostumbraba visitar durante las tardes de verano.

Debido al calor del verano, solíamos conversar en el jardín exterior, el cual tenía un pequeño muro de casi un metro de alto, adornado con muchas plantas, pero a pesar de ellas, se podía mirar a los pocos que transitan por esa solitaria calle.

Una noche, alrededor de las 9 de la noche, llamó mi atención ver ingresar a la playa de estacionamiento, ubicada justo al frente de la casa de mi amiga Claudia, a una camioneta de color negra, usando una calcomanía con el número 14, la que corresponde a la zona de la urbanización Aurora, en Miraflores, cuyo conductor nos saludó con mucha amabilidad.

Dicho estacionamiento, forma parte de la zona de ingreso del edificio ubicado en el malecón Cisneros, justo al frente del otrora centro Promotor del Terrazas.

No era la primera vez que veía a dicho vehículo, fue la primera vez que hablamos del tema con mi amiga Claudia, quien me dijo que, ella solía ver al conductor y al vehículo casi todos los días, a la hora en que ella sacaba la basura, minutos antes de iniciar su novela favorita; pero que también lo veía por las mañanas, alrededor de las 7.20 a.m., hora que llegaba la movilidad escolar de su hija, pero se percató que a veces el que manejaba era otra persona, quizá un amigo o un chofer.

Claudia, me comentó que conocía al sujeto, porque era compañero de estudios de su hermano, ambos se habían graduado en la Universidad de Ingeniería, en la carrera de Ingeniería Económica, y curiosamente vivían muy cerca uno al otro, en la urbanización Aurora en Miraflores, por ello le llamaba la atención verlo ingresar desde hacía bastante tiempo, y salir siempre solo, desde dicho estacionamiento; ella sabía que el hombre era casado.


Claudia me comentó, que algunas veces lo había visto en el hogar de su hermano, quien acostumbraba reunir a sus amigos de la universidad, para entretenerse con juegos de mesa, como el dominó.


2.   Una presencia en mi camino

Fue a partir del mes de mayo del año 2005, que, por diversas razones yo debía recurrir a una entidad pública donde la coincidencia hacia encontrarme con aquel vecino, a quien a partir de ahora llamaré el sujeto.

Yo nunca había reparado en su existencia, fue la calcomanía número 14 y su repentino saludo, los que llamaron mi atención, y como le dije alguna vez a mi amiga Claudia, “para mí era un poste más”, pero fue a raíz de esa situación, en que empecé a notar un extraño comportamiento del sujeto hacia mí.

En el otoño del año 2005, comencé a verlo caminar por los malecones miraflorinos, lugares por donde yo acostumbro pasear, al principio pensé que, quizá como era nuevo en la zona, le agradaba disfrutar del paisaje, hasta que empezamos a coincidir los domingos a las 11 de la mañana, en el parque Rabin, a la altura del gimnasio.

Mientras yo realizaba mis ejercicios en las barras metálicas, del único gimnasio en todo el distrito de Miraflores que está ubicado sobre tierra (aunque últimamente le han colocado pequeñas piedritas), empecé a notar que el sujeto hacía gestos raros y me miraba, pues de improviso empezó a saludarme, con una amplia sonrisa.

Ese comportamiento en la vía pública se repitió en diversos momentos también en locales cerrados, donde coincidimos, pero ello era más notorio, pues mientras yo ingresaba al salón de algún local, el empezaba a alejarse del grupo donde se encontraba y/o del lugar donde estaba parado, para acercarse a saludarme; yo optaba por extenderle la mano, la cual es mi manera de saludar a las personas que no son mis familiares ni amigos.


En una celebración navideña, nuevamente coincidimos, quizá por tener algunos amigos comunes, cuando de pronto se acercó al grupo en el cual estaba el anfitrión, quien era el dueño de la casa, saludándome disimuladamente con una venia, pero rápidamente me extendió la mano, quedándose a mi lado por un largo rato, pero sin cruzar palabra.

Mientras otros miembros del grupo estaban hablando sobre temas genéricos, el giraba su rostro hacia mí constantemente, actos que ignoré, pero que me confundía. Para romper el silencio, le realicé un comentario sobre uno de los cuadros ubicados en una de las paredes del salón, respondiéndome con una sonrisa que ya los había visto, luego de lo cual, y de manera disimulada, me alejé, como para ver de cerca al cuadro.




Poema Visiones


3.   Verano del 2006.


Un primer hecho del cual el sujeto fue protagonista, se presentó los primeros días del mes de enero del 2006, una noche en la que yo estaba realizando una exposición colectiva de algunos de mis obras de Arte Óptico, en una galería miraflorina.


En medio de la exhibición, el sujeto se acercó a felicitarme y a preguntarme sobre la técnica utilizada en mis obras, yo le mencioné que era un homenaje a las Matemáticas y a la Geometría, que el trazado de las líneas sobre el plano cartesiano, me era muy útil para realizar cada dibujo.

Luego de escucharme, realizó diversos comentarios sobre la variedad de las figuras geométricas que se observaban en una y otra pintura, cuando se le observa desde distintos lugares y distancias.

Al preguntarme si había estudiado Arte, le comenté que los libros fueron mis profesores, que yo había estudiado Economía, y que la pintura era uno de mis pasatiempos.

Fue en ese instante en que un amigo común, a quien nombraré Juan, ingresó a la Sala de Exposiciones, y ante su presencia, el sujeto se dirigió a él, y le dijo en voz alta “Es Economista”, lo cual me llevó a pensar que ambos ya habían conversado sobre mí, ambos se saludaron con un apretón de manos, en momentos en que otro de mis invitados se acercaba a saludarme.

El resto de la noche no lo vi, pero a la hora de retirarme, estaba parado en la puerta de ingreso de la galería, conversando con mi amigo Juan, despidiéndose justo en ese instante de aquel y luego de mi, con un apretón de manos, y como siempre con una amplia sonrisa.






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